lunes, 17 de octubre de 2011

Cisne Blanco Cisne Negro


Publicado por primera vez en 'Il mare immenso di Heras'. Quería recuperar esta entrada porque representa muchas cosas para mí.

Cisne Blanco, Cisne Negro

Hay ocasiones en los que a Migue, lo confieso, le gustaría ser fuerte y tener entereza, avanzar con paso firme y realizar los movimientos precisos y justos. Ser como una bailarina principal de ballet, ponerme sobre unas puntas y ejecutar la rutina del último acto de 'El lago de los cisnes' sabiendo que todos los detalles que crearon la imagen del cisne blanco tuvieron su reflejo en un espejo negro, como un cisne corrompido en su corazón.

La idea de la polaridad entre ambos personajes del cisne en el ballet me ha fascinado siempre, pero admito que la película, 'Cisne negro', ha tenido cierta influencia últimamente en mí. Esa sensación de poder llegar a los extremos de la mente humana, andar en una fina hebra que puede romperse en cuestión de instantes si la precisión no es milimétrica y caer en lo más profundo de tu ser. Es ser blanco y ser negro, pasando por toda la gama de grises.

Y hay momentos en los que Migue, el cisne blanco, se siente desprotegido, forjado en un cristal hiperdelicado, capaz de fracturarse en mil y un cristalitos pequeños. Sé que es una estupidez, que hablar de esto no hará más que seguir haciéndome daño, pero sé que es lo que mi corazón me pide en estos momentos, y lo que no puedo dejar es que, como dice la canción, mi corazón me rechace. Mi corazón me está rechazando, al menos está rechazando a Migue, y está creando a su alrededor una capa de plumas negras, y Heras está impregnando con su presencia todo su ser.

Puede que alguien tome lo de las plumas como una coña barata, un intento de mofa por una condición sexual, que puede ser la que a mí me apetezca, o no. Y, aunque suene estúpido, me alegro que anoche, mientras estaba fuera, el cisne negro saliese a relucir, y ante los gritos provocativos de cierto energúmeno, salido de las entrañas de un lugar al cual no quiero volver ahora que he salido, hubiese únicamente indiferencia. Sé que mucha gente piensa que soy fuerte, que tengo un caparazón y que las cosas no me afectan tanto últimamente, que he conseguido transformarme en un ser más duro, pero no es así. Que no grite, o discuta, o me enfade tanto como antes, que no descubra mi carácter tanto, no es más que un método de defensa.

Estoy harto de ser juzgado por lo que soy y no por quién soy. Sé que soy una buena persona, aunque esté mal que uno mismo lo diga, pero sé que no merezco ciertos tratos de cierta gente. Sé también cuales son mis defectos, que es lo que me hace perderlo todo, pero sé que no he hecho nada tan sumamente grave.

Estoy harto también de personas que se creen por encima del bien y del mal, que manipulan y que lo único que hacen es provocar y causar daño, daño y más daño. Que son incapaces de permitir a alguien mostrar sus verdaderos colores y mostrar lo buenas personas que son, porque en el fondo lo son. Así como también estoy harto de personas tan sumamente manipulables que pierden el respeto a sí mismos y todo el amor propio por un poquito de aceptación. Que se venden a ellos mismos y venden todo su pasado porque lo único que quieren es sentirse parte de la mayoría.



¿Y qué si no se es de la mayoría? ¿Qué es lo necesario? ¿Ser parte del ballet de fondo o ser la figura principal? Todo merecemos un papel principal en nuestra vida, de mayor o menor relevancia, pero principal. No podemos conformarnos con ser meros palmeros del resto, guiarnos por las personas que nos rodean siempre. Debemos saber desmarcarnos cuando hay que hacerlo y ser capaces de meter el puñetazo en la mesa. Ser capaces de decir: 'os aprecio, pero hay otra gente a la que también aprecio aunque no os llevéis bien'; y no aceptar, ni remotamente, la marginación y el ridículo que se hace sobre un tercero por parte de ese grupo mayoritario cuyo único valor principal es la ausencia de personalidad, el conformarse siendo las bailarinas que nunca dicen 'aquí estoy'.

Sé que hay quien, por esta entrada, se pueda dar por aludido, pero ya está bien de callarse las cosas. Ya está bien de ser Migue para todo, ya está bien de permitir que me hieran y que me ataquen. Ya está bien de dejar que arranquen todo lo bueno en mí, y quieran quedarse con una figura negra de mí, una voluta de humo. Es suficiente.

No tolero. No consiento.
Y si alguien quiere atreverse a atacarme por ser quien soy, por ser lo que soy, que lo haga, adelante. Pero que lo haga frente a mí, que sea capaz de hacer las cosas como hay que hacerlas. Con valentía y no porque el grupo grande ataque ellos deban atacarme. Estoy harto ya de personas inverbes, de pequeños hipócritas que el único sentido que tienen en sus vidas es dejar a sus amigos arrastrados por personas que nunca han estado ahí.

Ser amigo no es tener los mismos gustos. Ser amigo es estar ahí y apoyar, saber aceptar al otro y quererle y respetarle de la misma manera que el otro lo hace. Es no tener miedo de quedarte fuera del mundo por una única persona.

Y si tienes miedo de quedarte solo, ahora, acepta las consecuencias de tus actos.
Y si tienes miedo de quedarte solo, ahora, no vengas buscando a Migue, porque quien estará aquí será Heras para recordarte, en un segundo, que le mentiste y le atacaste. Estará el cisne negro de mi personalidad para recordarte que, tan amigo que me consideraste, has sido incapaz de darme una buena razón para abandonarme de la manera que lo has hecho, y que has sido incapaz de decir 'no', y has dejado que una persona se mofase de mí y me ridiculizase en toda mi cara.
Y si tienes miedo de quedarte solo, ahora, te lo has merecido.
Y si no tienes miedo de quedarte solo, solo un consejo te voy a dar: cúbrete las espaldas, porque no hay nada peor que alguien hipócrita. Y si tú, un hipócrita, se junta con más hipócritas, vas a acabar sufriendo las consecuencias tarde o temprano.




viernes, 14 de octubre de 2011

Set fire to the Rain


Contar relatos basándome en la canción que escucho nunca suele terminar bien, porque la historia nunca tiene coherencia escrita. Sí en mi mente, pero escrita no.



Las gotas de lluvia rozaban cada milímetro de mis mejillas, deslizándose, al ritmo que la gente abría sus paraguas y se alejaban poco a poco del banco donde estaba sentado, solo, calándome con cada partícula de agua que penetraba por mi ropa. Contemplé la capota gris que cubría la ciudad y subí las piernas al asiento del banco, me coloqué la capucha de la sudadera y me abracé a mí mismo mientras escuchaba el repiqueteo de la caída de la lluvia.

Deslicé mi mirada hacia el semáforo de delante de mí y contemplé una figura acercarse hacia mí. Una figura apuesta que, aunque no conocida de sobra, sí que se había vuelto familiar para mí. Hice el amago de sonreír bajo la protección que suponía el estar medio cubierto y sin posibilidad de que me reconociese. Podría haberme levantado del asiento y saludarle, pedirle cobijo bajo el paraguas e intentar, como quizás intenté antes, rozar sus labios de nuevo.

Pero no lo hice al ver que se acercaba a otra figura que aguardaba al otro lado del semáforo, con un paraguas diferente y con el brazo levantado, saludando. Fue entonces cuando el amago de sonrisa se desvaneció de mi rostro y fruncí el ceño de manera instintivo.

Y fue entonces cuando deseé prederle fuego a la lluvia y dejarles arder bajo las gotas de agua que caían. Por sentirme celoso, por saberme no deseado, por saber que nunca podría aspirar a nada porque cruzar nuestras miradas sólo puede significar algo amistoso y por saber que querer un beso cuando no hay unos labios que te quieran besar es estúpido.

Por eso quise prenderle fuego a la lluvia.

Pero al final, lo único que hice fue calarme hasta los huesos con la lluvia cayendo sobre mí, alejarme de aquellas dos figuras bajo sus paraguas y dejar que las gotas rozasen mi piel y me recordaran que el mundo es inmenso y que ninguno somos diferentes: si la lluvia cae, nos moja a todos.

Excepto si llevas un paraguas. Y yo me dejé el mío, igual al suyo, en el asiento del banco.


Y como no, esta no es una excepción.

viernes, 7 de octubre de 2011

El foco de la universidad

Es extraño mirar hacia el horizonte de un camino que estás empezando a recorrer y contemplar que, aunque ya has avanzado bastante, aún no te has alejado apenas de la línea de salida y que, junto a ti, se encuentran compañeros de viaje que nunca te habías imaginado y que ni tan siquiera conocías al principio pero que, en sólo una semana, te han dejado ver un poquito de sus personalidades y conocer un poquito de su vida. No porque vayan a volverse tus mejores amigos en solo una semana, pero sí que empiezas a perfilar un poco y a hacer cábalas acerca de quien puede ser más cercano a ti y quién no, aunque luego, como siempre, acabe dando todo un vuelco y te cruces con la gente que menos lo pensabas.

Porque eso siempre es así: vas predispuesto a una cosa y, tanto te decepcionas con la gente que ya conocías de antes -que no con toda, obviamente-, y luego con la gente que el primer día no te da ningún tipo de sensación, ni positiva ni negativa, a los dos días ya estás intercambiando parcelas de tu vida y risas en la cafetería de una universidad cuasi-desconocida para todos los que comenzamos la carrera, y que seguirá siendo así hasta el año que viene, cuando salgamos de ese antro llamado zulo que, aunque no sea lo peor del mundo, no es una clase como un universitario pensaría que se merece de primera instancia.

La primera semana de universidad ha sido, por tanto, una semana confusa en muchos aspectos: profesores que la primera hora te parecen sosos o te caen mal, la siguiente hora que tienes con ellos cambian radicalmente; compañeros que no esperaría intercambiar dos palabras son tus compañeros de uno o más trabajos en grupo; mil trabajos en grupo para comenzar a hacer a la semana de empezar las clases... Creo que mi universo se va expandiendo poco a poco a medida que los segundos en la facultad pasan, y creo que eso está siendo de lo más positivo para mí: el mundo de la facultad es mucho más amplio de lo que nunca consiguió ser el mundo del instituto, y es lo que más feliz me hace, me hace poder ser yo mismo sin tener que cubrirme con velos de 'normalidad' que había que mantener para guardar las apariencias. Y eso me gusta.

El primer día, sin embargo, creo que me anticipé un poco con toda la 'emoción' de dicho primer día, y que quizás me anticipé demasiado y que quise entablar demasiados lazos con demasiada gente, sin esperar a relajarme un poco y que las cosas fluyeran, poniéndome bajo un foco de atención que quizás yo no hubiese querido por parte de alguna persona concreta, y no precisamente para bien. Pero bueno, ese foco de atención de seguro ya se ha apagado y, la semana que viene, volveré a clase, partiendo de 0,5 y todo será cuestión de repartir sonrisas y charlar con la gente en la medida de lo posible. Reencontrarme, tras tres días, con Maria, con Natalia, con Eloy, con Lucia, con Ana, con la otra Ana, con Gema, con Ale, con Aless, con Merche, con Antonio... y, en definitiva, con tanta gente con la que me he llevado una buenísima primera impresión y que, espero, me dejen llevarme más y mejores impresiones de ellos. Porque la primera impresión, si no es la que cuenta, al menos, siempre acaba orientando un poco, queramos o no, y hay que dejarse llevar un poquito más para que todo salga genial al 100%. 

Y ahora, a leer 'El código 2.0', el manual de psicología y mil y un textos...

domingo, 2 de octubre de 2011

Cerrando etapas


Summertime...

A veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Seguramente suene típico y tópico, pero es algo que poco a poco va adoptando algún tipo de sentido para mí a lo largo del tiempo, sobretodo en estos momentos en los que escribo la última entrada del blog antes del final de mis vacaciones. Unas prolongadas vacaciones de casi cuatro meses en los que me ha dado tiempo a perderme y encontrarme interiormente más de una vez, en el cual he tenido los mejores y los peores momentos en mucho tiempo y que, sin embargo, creo que ha sido el bofetón en la cara necesario antes de irme a la Universidad.

Aún me quedan, no obstante, mil y una cosas que no ha aprendido antes de comenzar el curso y que quizás me vendrían bien para crecer un poquito más como persona cada día. No soy un adulto aún, por mucho que supere la mayoría de edad en el carnet de identidad, y creo que en muchos momentos mi lado infantil se come al adulto y decide atacarlo frontalmente ahí donde presenta más fisuras.  Soy consciente de ello y, aunque cada día antes de salir a la calle me haga el propósito de no ceder ante ese lado mío, no cumplo mis promesas y, si las hago, las hago de una manera opuesta a tal y como me gustaría hacerlas.

La madurez es un grado, eso está claro, y que no tiene nada que ver con la edad, aún más claro. Y, aunque vayamos de maduros por la vida, todos sabemos que en nuestro interior lo que delata la mayor inmadurez es querer aparentar algo que no eres. Simplemente necesito tiempo y que pasen cosas en mi vida.

El verano ha tenido sus altos y sus bajos, y ahora que lo pongo en una balanza, creo que los altos ganan por goleada a los bajos, a pesar que muchos han derivado los unos del os otros y que hubiera en Agosto una auténtica semana horribilis en la cual, no me da cosa admitirlo, lloré durante toda la semana al menos dos veces cada día. Alejandra es testigo de ello y puede confirmarlo. Mi llamada simplemente buscaba una respuesta por su parte y fue algo que necesitaba escuchar. Quizás algunos lo consideren algo infantil, pero algunos ya conocéis algo de mí y creo que no voy a mentir si digo que lo único que necesito en muchas ocasiones es simplemente saberme querido por la gente que me rodea. Algún día abriré un poco el cajón de cosas que no deberían salir nunca y que me hacen salir y plasmaré algunas, porque han permanecido demasiado tiempo apiladas todas juntas y, al final, eso crea una masa incontrolable. Hay gente feliz con una sonrisa, quizás yo necesite abrazos.

Pero, lo dicho, lo que han predominado en mi verano han sido los momentos de alegría con la gente que se ha preocupado de mí y que han estado conmigo estos meses. Esos martes de trivial con tantas respuestas absurdas que nunca nos llevaban a nada, esos momentos de ir a casa de Ali, el día de la Cocktelera Totera, los días en casa de Laura viendo películas y películas, la feria, las moragas… Y me gustaría agradecérselo a cada uno personalmente, pero como quizás iba a ser demasiado ñoño y empalagoso en persona, pues lo dejaré escrito, que así permanece:

Como siempre, Laura, la que desde el mismo momento que me mira a los ojos sabe lo que pienso y lo que me pasa no puedo dejar de darte las gracias por ser la mejor amiga que ha podido cruzarse en mi vida en estos dieciocho años. Sabes que, aunque yo sea como soy, me complementas en muchos aspectos de mi vida y, sin duda alguna, sé que eres y serás mi mejor amiga por muchísimo tiempo. Contigo, también darles las gracias a Julia, Paco, Elena y tanta gente que ha hecho que mis días de verano no hayan sido tan amargos. Desde Mayo, que nos juntamos tantos a ver Eurovisión en la casa de los Podadera, hasta la fiesta de casa de Elena, pasando por los momentos de risa viendo y malinterpretando Harry Potter.

A la gente de Twitter, también agradecerles muchas cosas: hacen que mi pequeño mundo siempre se agrande un poquito más, porque me hacen ver las cosas desde una perspectiva más madura aunque eso siempre acabe haciéndome rabiar porque, sin olvidarlo, soy y seré uno de los pequeños y eso siempre estará presente, para qué negarlo. A Ali que sea tan sumamente paciente y que, con esa relación de amor-odio que nos profesamos, haga de mi vida una película de Almodóvar más y más interesante. A Jessica por ser siempre esa maravillosa locura y esa persona que vive en su mundo sin preocuparse por nada. A José, esté en Málaga, esté en Madrid, por ser mi defensor en ciertos momentos. Al otro José y a Desi por ser mis descubrimientos de final de verano, aunque a él ya le conociese de antes. A Sergio, porque poco a poco lo voy entendiendo y, aunque a veces pelín insistente, es una de las personas que más me ha sorprendido estas semanas. A mis papis Bea y Alfredo por adoptarme ficticiamente y darme consejos. Y a tanta gente…

Y a la gente del colegio: Antonio, Raquel, Amapola, María, Ignacio… Sois tantos también que no puedo mencionaros uno por uno, y deciros que, aunque a muchos os iré perdiendo por el camino, con otros el contacto sé que seguirá presente y que puede que, en cualquier momento, vuestro teléfono sonará y sé que no todos responderéis, pero quien lo haga, será de corazón. A Gallardo también, aunque ahora pase de mí como de la mierda y no me haga caso con lo de estudiar, pero es que él es como es y… ¿qué le vamos a hacer? Y a Bravo, a Domingo… y, en definitiva, toda esa gente que, entre la mierda, destacan porque son gente que de verdad merecen la pena.

Faltáis muchos: los scouts, los chicos de las moragas, la gente del poyete (que no me olvido)… Pero es que no quiero hacer esta entrada interminable y vosotros sabéis, de corazón, que si me necesitáis para algo, aquí estaré una y mil veces.

El verano, para mí, ha acabado en Octubre este año, y sé que quizás no tendré nunca jamás otro verano tan abierto a posibilidades como este. Y sé que no lo he aprovechado y no lo he exprimido al límite, pero esas son las pequeñas incoherencias de la vida: cuanto más tienes, mejor lo deseas y menos lo aprecias, y eso es lo que me ha pasado a mí este verano. La señora Eva, a partir de ahora, será la encargada de anunciarme que me quiere a la cama pronto para ir a la facultad a estudiar, pero… ¿qué decir? La rutina, en el fondo, tiene su encanto, y más cuando hay tanta gente, como Ana, Merche, Laura, Alejandro o Alessandra que parece que harán mi mundo un poquito más grande, en vez de limitarlo como años atrás muchas clases han hecho.
Comienzo nueva etapa y cierro muchas que debería haber cerrado en su momento.
Comienzo la universidad.