domingo, 13 de noviembre de 2011

Los labios de Blancanieves



Los labios del príncipe probaron los cristales de hielo de las comisuras de la boca de la princesa que, sobre la tumba de cristal, reposaba plácidamente, marmórea. Prendida entre sus manos, una manzana roja mordida una única vez y una pequeña botella vacía. El joven se separó del cuerpo de la chica, siendo observado por los espíritus del bosque que, expectantes ante la situación, desaparecieron apenados al comprobar que aquella ocasión tampoco había bastado para recuperar a la pequeña Blancanieves, que a sus 18 años aún no había probado otros labios que no fuesen los del primer príncipe que la besó para despertarla.

A falta de otra manzana que la envenenase, fue el alcohol lo que la durmió. Y, en aquella ocasión, solamente un beso sincero la despertaría. Los espíritus sabían que únicamente los labios de un joven príncipe lejano, en los cuales reposaba la magia de la Bruja, podrían despertar a Blancanieves de su letargo. Ella le quería, sin atreverse a decírselo, pero ya no podía hacer nada que no puede esperar descansando sobre el cristal que, poco a poco, comenzaba a resquebrajarse.

Como su universo.

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