viernes, 19 de agosto de 2011

El Ciervo

Hoy me he sentido decepcionado. Hoy me he dado cuenta que no debes poner nunca tu corazón en juego por alguien si no sabes cómo va a responder esa persona por ti, ni si tan siquiera esa persona lo hará. Caes en la cuenta que todo escapa de tu comprensión y que, quizás, las cosas más nimias y sin mayor importancia son aquellas que te hacen darte cuenta si aquello por lo que estás luchando de verdad vale la pena o no.

La carrera del Ciervo

Me levanté aquella mañana dentro de mi saco en La Casa del Árbol y, contemplé, a través del fino reflejo de uno de los cristales de la Gran Casa, la figura de un ciervo de grandes astas que se había quedado dormido en la base del tronco de mi árbol. Bajé con cuidado la escalerilla y contemplé al animal, absorto.

Su testa, adornada por una gran cornamenta, reposaba sobre su lomo plácidamente y su cuerpo subía y bajaba lentamente al ritmo de su respiración lenta y pausada. Me acercé y estiré mis dedos, intentando rozar su cuerpo con mis dedos. Sin embargo, en cuanto toqué su suave piel, el ciervo se puso en pie, como si nunca hubiese estado tumbado, y me miró fijamente durante unos segundos antes de salir corriendo tras el árbol.

Salí detrás de él, intrigado por qué había hecho aquello, aunque los ciervos son por naturaleza miedosos, y crucé, con mis pies descalzos, parte del inmenso jardín hasta que el ciervo se metió en el Bosque. En ese preciso instante, paré sobre el barro en el cual me había metido y me quedé quieto, pensando que, si se había metido en aquel lugar, no merecería la pena seguir tras él.

1 comentario:

  1. Lo que cuentas es:

    -¿Parte de una historia que estás escribiendo?
    -¿Un sueño que tuviste?
    -¿Alguna alegoría de un estado emocional del momento?

    Me interesaría saberlo ;-)

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