viernes, 19 de agosto de 2011

La Casa del Árbol

Acompáñame, y déjame que te muestre mi casa del árbol. Acompáñame, déjame que te muestre como es mi pequeño universo, lleno de incoherencias hechas tablones de madera, de ilusiones hechas clavos y de un pequeño ramo de margaritas secas que te representa a tí.

Hacía tiempo que llevaba construyendo este pequeño lugar en mi interior: un pequeño espacio mío, personal, alejado del mundanal ruido de la ciudad, de las luces de neón de una época pasada, de televisiones donde mi único reflejo me asustaba y de las olas de un inmenso mar de telas plateadas y sedas blancas bañadas con sangre. Hoy, tras mucho tiempo, puedo ver mi pequeña casa del árbol iluminada con una pequeña hilera de bombillas de colores.

Te dejo la llave de mis emociones, la carta que te invita a una fiesta donde lo único que importa es que sepas que mi corazón está ahí, dispuesto a que alguien lo tome, la última bombilla que dejo encendida para que tú apagues. Siéntate conmigo, tomemos una pequeña galleta de chocolate mientras observamos la noche, las estrellas, colgados de las ramas de este árbol, atrapados entre cuatro paredes que caerán con la primera de las lluvias de otoño y que se helarán con el invierno. Pero ahora, me sobra y me basta para que estemos juntos.

Aprieta mi mano, mientras muerdes la galleta y bebes de una pequeña taza de té que he preparado de manera precaria, con una tetera antigua y una pequeña bombona de gas. Porque no tengo mucho más que ofrecerte esta noche, sólo mi pequeña voz y mi corazón.

Te invito a una pequeña fiesta, cada día, en mi pequeña casa del árbol.
Heras.

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