sábado, 3 de septiembre de 2011

Corazón Satélite

Sé que llevo un par de días en los que, quizás, la narración de las cosas en el blog no es la que quizás pueda caracterizarlo. Si es que cinco entradas caracterizan a un blog neo-nato, claro estás. Pero llevo un par de días con convulsiones en mi interior que no están dejando al pequeño niño, subido en su casa del árbol, bajar y poder disfrutar del pequeño gran jardín en el cual está situado. Una gran tormenta interior provoca que cada momento dentro de mí sea peor que el anterior, y de golpe veo claros entre las nubes, por las que se filtran rayos de sol que me ciegan los ojos... pero vuelve todo a cubrirse con una espesa manta de color gris.

Y es que están volviendo los días en los que me sentía un corazón satélite, parafraseando a la gran Anya Marina. Me siento a la deriva, girando alrededor de un gran vacío que nada tiene y del cual nada puedo esperar, porque a pesar de que yo quiera y desee por todos los medios sentir algo, más allá de una cariño propio de una amistad no lo va a haber. Ni lo habrá jamás. Quizás ese sea el problema, que nunca habrá nada. Son ya demasiados momentos, demasiadas ocasiones, en los que mi corazón me engaña y, tomando el título de la canción de Loreen, 'me rechaza', porque se busca a quien de seguras no puede corresponderme y así es como yo mismo me hago daño.

Las tormentas internas, más allá de truenos y relámpagos, lo más que dejan son gotas de lluvia poderosas que, una tras otra, van rompiendo, empapando y humedeciendo mis murallas, consiguiendo que lo que las une se reblandezca y ceda bajo el peso...
...y bajo el peso, queda aplastado mi corazón satélite.

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