lunes, 12 de septiembre de 2011

No como el vaquero Woody...

Tengo los nervios a flor de piel en este momento. A las 00:23 del día 12 de Septiembre de 2011 he de decir que no sé qué va a ser de mí, obviamente no de la misma manera en la que Woody, el cowboy de Toy Story, lo cantaba en la película, sino de una manera mucho menos trascendental. En la película, el vaquero se sentía desplazado y apartado del mundo que le rodeaba por la llegada del nuevo juguete, de Buzz Lightyear, de la misma manera que me he sentido muchísimas veces por parte de algunos grupos con los que, por suerte y desgracia, he tenido que convivir durante estos años. Por suerte, porque me ha servido para curtirme a base de perder mil veces y no ganar ninguna; y por desgracia, porque no sentía quizás lo que uno, cuando está en un grupo de amistades, debería sentir.

Pero no, esta no es la situación. No sé qué va a ser de mí por una cosa tan sumamente nimia para algunos como es el horario de la universidad. Puede que quizás muchos no comprendan mi fijación con el horario de mañana, pero otros lo entenderán perfectamente: este verano está siendo particularmente duro para mí, siendo el primero en el cual estoy con el tratamiento para la colitis ulcerosa que padezco desde ya casi un año, y siento que cuando por fin estoy alcanzando más o menos el objetivo de poder llevar a cabo una rutina normal, las cosas se desvanecen como el humo por un simple horario basado en el azar. Sé que muchos no entenderán mi situación, pero no pretendo hacérosla comprender a base de un discurso vacío.

Mañana me voy a levantar y voy a recoger todos los papeles que ahora descansan sobre mi escritorio, los cuales he repasado una y mil veces, y voy a ducharme y afeitarme. Me vestiré, cogeré mi iPod y una carpeta con la documentación y, dinero en mano, iré hacia la parada del 20. Me montaré en el autobús, que me dejará frente a la Facultad de Derecho, justo en la acera opuesta de la cuesta que me llevará hasta mi Facultad. Entraré por la puerta de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y hablaré con la persona que haya en secretaría y... el resto, es todo suerte.

No deseo suerte, la suerte sería si mi razón fuese nimia, si fuese barata. No deseo suerte. Deseo poder seguir con esta vida normal que, aunque a muchos os parecerá una tontería, a algunos se nos hace cada vez más complicada. No sabéis lo que tenéis, no lo valoráis, hasta que lo perdéis. Yo no lo sabía.

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